San Pedro de Atacama. Cuarto día.
Vista calle Caracoles. San Pedro de Atacama |
Este es nuestro último día y fue el de más imprevistos, mi
hijo se sintió mal cuando por fin habíamos logrado subir a ALMA, hicimos un
turismo no convencional, el de los servicios de salud del altiplano.
En la mañana partimos a tomar el bus rumbo al observatorio astronómico ALMA (visitar ALMA), la verdad es que nosotros estábamos en lista de espera para el día anterior, pero nos atrasamos y perdimos el viaje. En el correo que envían, cuando confirman esta visita estaba anotada la dirección, incluso con un mapa, pero con el apuro no lo volví a mirar al salir, incluso en el camino pregunte donde paraba el bus ALMA a unas personas, temprano en la mañana no se encuentra mucha gente en la calle, una señora parecía no tener idea de que le hablaba, la gente originaría de San Pedro, la que vive fuera del mundo del turismo, en general es amable pero de muy pocas palabras. Un carabinero me dio las indicaciones y llegamos, estaban tres turistas españoles también esperando el bus, era cerca de la hora de partida, y nos parecía extraño que hubiera tan poca gente. Preguntando supimos no era ese el punto de partida ¡!!! Antes partían desde ahí, pero hace unos meses lo habían cambiado por disposición municipal, estos españoles habían reservado hace 3 meses y según les explicaron después les enviaron un correo avisando el cambio de dirección, ellos dijeron que no lo recibieron, ….. yo calladita, yo si tenía la dirección correcta en el correo que no miré antes de salir. Nos conseguimos la dirección, era cerca del terminal de buses y caminamos rápidamente todos, recordar que caminar rápido a 2.300 msnm cansa. Llegamos pasado las 9 am, y el bus ya había partido. Regresamos al día siguiente, nos levantamos temprano y llegamos sin problemas a tomar el bus para ver la posibilidad de poder subir esta vez explicando lo que nos había pasado el día anterior. Había mucha gente esperando y de estos solo la mitad del bus, con capacidad para 42 pasajeros, eran inscritos para visitar todos los otros eran de lista de espera. Y así fue como finalmente pudimos subir a ALMA. El bus es muy cómodo y la persona a cargo muy amable, en menos de una hora estábamos visitando sus instalaciones.
Al terminar
la primera introducción del guía a cargo de nuestro grupo, me di cuenta que mi
hijo (10) no se sentía bien, estaba mareado, con ganas de vomitar y con muy
mala cara. Le avise al guía, dejó al grupo un momento y nos llevó a mi hijo y a mí, hacia la enfermería, mi
hija (10) y mi sobrina (16) siguieron con el recorrido. En la enfermería a mi
hijo le hicieron todos los
procedimientos típicos de un servicio de urgencia y determinaron que debido
a los protocolos de seguridad que rigen ALMA, debían bajarlo al pueblo, que
descansara y que por precaución lo llevara al policlínico de San Pedro que es
una posta rural con servicio de atención primaria y de urgencias. Mi hija y mi
sobrina eran las menos contentas con esta situación, ya que no pudieron
terminar la visita, en la que estaban muy entretenidas, por seguridad no pueden haber menores de edad
sin la presencia de un adulto a cargo. Nos
bajaron a San Pedro en una camioneta, un
viaje especial para nosotros, y nos dejó en la esquina de la posta., pasamos solo
para estar tranquilos, a esta altura mi hijo ya se sentía bastante mejor. La
posta era un lugar pequeño y la persona de turno fue bien amable aunque el
diagnóstico era el mismo: Puna y sólo necesitaba descanso. Imprevistos que pueden pasar, sobre todo con
niños, en realidad por ser nuestro segundo viaje a San Pedro, creo que me
confié un poco. Estamos a 2.300 msnm, y a esta altura todo es más intenso, se
requiere mucha hidratación, se duerme poco, las comidas son más desordenadas,
etc. En fin fue así como conocimos un área no turística de esta zona, los
policlínicos.
Caminando
lento llegamos a nuestra hostal, que estaba cerca del centro. Deje acá a los niños y fui a compra el almuerzo a
un restaurant peruano que está en la calle en la calle Tocopilla a media cuadra
de la calle Caracoles hacia el sur, donde por $3.000 podía comprar una
sabrosa cazuela para llevar, compré el almuerzo y volvía a la hostal, mi
hijo estaba con fiebre, por lo que volvía a salir para comprar remedios y
termómetro, en estas ocasiones se agradece estar es una hostal cerca del centro. Este era nuestro último día en San Pedro por lo que dábamos por
terminado nuestro viaje.
Teníamos
comprados para la tarde el viaje al Valle de la Luna, por no haber avisado con suficiente
anticipación no nos devolvieron el valor. Era un viaje corto, de no más de 3
horas, cerca del pueblo y a un lugar precioso que mi sobrina no conocía, era una pena que lo perdiera, por lo que le dije que fuera sola. Llego encantada,
sacó fotos preciosas. En la noche ya todo había vuelto a la normalidad e
hicimos las maletas para regresar a casa al día siguiente.
Así termino
nuestro segundo viaje a esta parte del altiplano que nos ha conectado aún más con esta tierra, con
sus paisajes y su gente. Un viaje que alimenta el alma, que nos permite volver
a conectarnos como familia, que nos aleja por unos días del exceso de tecnología,
del ruido y la rutina. Un viaje que a los niños les ha ampliado el horizonte del
saber, del sentir y del conocer.
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